viernes, 25 de marzo de 2011


Una vez aliviadas mis necesidades inmediatas, fui conducida a una sala en la trastienda, mezcla de gimnasio y sala de baile. Había seis personas más, cuatro mujeres jóvenes tan parecidas entre si que hubieran podido pasar por hermanas, un chico de unos veinte años con el pelo muy corto y pantalones y botas de motorista, que tenía en el suelo a su lado el casco y la cazadora Alpinestars a juego con los pantalones. Le sonreí (es un tic que tengo, veo un motorista y pierdo el control de algunos músculos, empezando por los faciales) y pensé "otro que necesitaba usar el baño". El grupo lo completaban una mujer de unos cincuenta años muy delgada, vestida de blanco de los pies a la cabeza.Una mezcla rara entre Saruman y Paola Dominguín.




Nos sentamos en circulo y nos dimos las manos. A un lado tenía a Iris, la... ¿monitora? y al otro a la más mayor de las cuatro chicas que no tendría más de veinte años. Empezó a sonar música Chill Out y se nos fueron dando algunas instrucciones, cerrar los ojos, dejar la mente en blanco, respirar hondo... Lo clásico. Después Iris nos pidió que visualizáramos las cosas negativas de las que queríamos desprendernos, situaciones que nos hicieran sufrir, que provocaran nuestra ira o que nos abatieran.




Luchando contra el sopor que me invadía, empecé mi lista mental: las escaleras con peldaños demasiado altas cuando llevo falda de tubo y tacones, la agencia tributaria, la licra brillante, que la humedad me arruine el peinado, los hidratos de carbono ocultos, las novelas que tienen un final ambiguo, el transporte publico y sus anárquicos horarios... Y hubiera podido seguir así durante horas si no fuera porque Iris nos invitó a compartir nuestros pensamientos con el resto del grupo. Estupendo. Estaba a punto de quedar como la persona más frívola del planeta.




-------------------- Continuará------------------




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